1976 y nos dieron las 10……

 

TITULO y nos dieron las 10……
AÑO 1972-1979
PROTAGONISTAS Todos
AUTOR Juan Manuel Orozco

…….y las 11 y las 12 y la 1 y las 2 y las 3…… la canción de Joaquín Sabina viene como anillo al dedo a este relato histórico-folclorico, que solamente pretende dar una breve pincelada de cómo nos entreteníamos los colegiales en mi época.

No me refiero a cuando salíamos de cañas, al cine, la discoteca o al socorrido parque de Berlín, cual buitres carroñeros en búsqueda desesperada de una grácil presa femenina, de todo ello ya hemos dado merecida cuenta en otros relatos y algún día merecerá la pena una revisión con su posterior ampliación.

Tampoco vamos a referirnos a los recreos que también han quedado reflejados en alguna que otra historia. Aquí vamos a hablar de ese tiempo más o menos “muerto” que existía después de cenar y que transcurría desde que abandonabas el comedor hasta que ibas a la cama…….. o quizás mejor dicho, hasta que te dormías.

La cena era a las 21:00, escasos 20 minutos más tarde ya estabas fuera con destino a los dormitorios, eso si no habías pasado de ir al comedor y te valía con que alguien te trajese un chusco para hacer un bocata.

En las noches gélidas de invierno casi no existía intervalo de tiempo entre la salida por la puerta principal y la entrada por la puerta del edificio de los dormitorios, mientras que en primavera y aun siendo de día, era más frecuente que ese pequeño recorrido se prolongase más tiempo, incluso en ocasiones bastante más, podías tardar tranquilamente 20 minutos mientras caminabas muy despacio a la vez que charlabas.

Image2Otra opción era fumar unos cigarrillos o las generosas caladas que algún aloma caritativa podía pasarte, el lugar preferido era sentados en el murete frente a la Capilla mientras nos contábamos alguna intimidad o incluso puteando a alguien porque hoy “tocaba” o simplemente haciendo castillos en el aire sobre un futuro cercano o sobre qué haríamos las próximas vacaciones o simplemente organizando alguna “maldad” para ejecutar próximamente.

Eran ratos muy agradables y que siempre recordare con cariño, a veces simplemente sentado, otras recostado y con la cabeza sobre los muslos de algún buen samaritano o de pie dando forma de corrillo al grupo, corrillo que se solía ir agrandando según se unía gente a la vez que se levantaba a los tumbados para ir ganando espacio, unos se unían otros lo abandonaban…….en fin, todo un ritual.

También servía como demostración de madurez, mientras nosotros estábamos allí sentados, los del comedor de menores pasaban cuan manada borreguil en dirección a los pisos, unos te miraban de refilón, como con envidia, otros observaban atentamente a ver si conocían a alguien y si lo localizaban, le saludaban a la vez que pronunciaba su nombre, era una manera de decir “Ojo conmigo, tengo amigos mayores”.

También en ocasiones, solían unirse esos huérfanos que estaban en tierra de nadie, estaban en el comedor de mayores pero eran pequeños aun e intentaban hacerse hueco entre los más privilegiados, a veces se les permitía, otra eran rechazados con el consiguiente chorreo y alguna que otra colleja, pero no mucho más, no había que olvidar que eso mismo lo habíamos hecho nosotros unos años atrás.

La situación anterior solía darse cuando no había nada organizado o previsto en las familias, en ellas desarrollábamos los siguientes tipos de ocio.

Lectura, en este formato de entretenimiento cabe destacar tres subclases:

Novelas, quizás la manera más socorrida de pasar un buen rato entretenido de forma individual. Los autores más habituales, Keith Luger, Estefanía y Silver Kane, te hacían por un momento sentirte ese pistolero de 6 pies y medio de alto, con los ojos claros y facciones angulosas que poblaba una barba descuidada de quince días, con los ropajes polvorientos por el viaje y la cartuchera recortada al igual que el punto de mira del revolver limado para evitar que se atascase a la hora de desenfundar y ganar unas cruciales milésimas de segundo y que habitualmente llegaba a un pueblo cuyo nombre terminaba en “City” donde se cometían algún tipo de tropelías y que por supuesto él se encargaría de evitar que se repitiese o diese merecida venganza a los malhechores y como no podía ser de otra manera, siempre en presencia de alguna bonita dama que caería rendida a sus pies aunque no siempre acabasen juntos………… en fin, eran el sustituto masculino de las fotonovelas de la época para chicas.

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Revistas/comics, incluso también tebeos y similares aunque cuando ya pasabas de los 16, te dedicabas más a leer publicaciones satíricas como el Papus o El Jueves o ya directamente las de reportajes de “investigación” súper interesantes como el Interviú y especialmente sus exploraciones sobre el sexo femenino y en especial su anatomía.

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Libros, no voy a decir que la lectura de libros fuese inexistente, pero sí que era minoritaria y quizás se limitaba a las horas que había de biblioteca. Yo por lo menos, no me recuerdo leyendo un libro en el horario del que estamos tratando. Otra cosa eran los de clase, que aunque no se puede decir que fuese “ocio”, sí que nos llevaba algún tiempo, especialmente en época de exámenes, ¡Ah! y a unos más que a otros, que es que yo les tenia alergia.

En ocasiones bien porque nos habían echado de las salas de estudio, o porque hacia frio y no apetecía ir a la biblioteca nº 2 (WC), te tapabas con la colcha haciendo una tienda de campaña y con una linterna, continuabas leyendo los apasionantes relatos y sumergiéndote aún más si cabe en la apasionante lectura, incluso en ocasiones y como ya hemos comentado, podías tirarte un pedo de la digestión de las judías o garbanzos que acrecentaba el realismo de la novela y te daba la sensación de que estabas en el mismo establo o en el mismísimo infierno, dependiendo de la calidad del aire expelido.

En muchos de los relatos del Infanta observamos como el colegio y la convivencia con nuestros compañeros, de una manera u otra siempre estaban enseñándonos, dando clases magistrales de vida, clases que fuera del Infanta se recibían con más lentitud o peor aún, no se recibían en toda una existencia.

Al egoísmo innato de unos críos en cualquier calle de España para intercambiarse temporalmente un juguete, se contraponían las costumbres del colegio, en el Infanta, pronto aprendías la lección o eras generoso e intercambiabas cosas o podías pasarte todo el trimestre leyendo una y otra vez las mismas novelas, las tuyas y quien dice novela, dice cualquier cosa. Veías pronto la luz, una vez superada la reticencia a dejar una novela, tebeo o una revista, te dabas cuenta que estaban a tu disposición casi todas las novelas, tebeos o revistas de los demás, ahora bien, también tenías otro lección que aprender, la paciencia, se establecían rigurosos turnos de espera llevados de memoria y aunque siempre había enchufes y espabiladillos, se solían respetar bastante, aquí no valían los antojos que había que satisfacer de manera inmediata, ¡ Hay Señor, cuanto se aprende esperando!.

Las cartas, eran también una buena fuente de entretenimiento, quizás incluso adictiva, podías incluso sacarte alguna pesetilla, algún pitillo, unas galletas del desayuno o alguna naranja extra. Todo valía para apostar en el Infanta.

Había varios juegos, entre ellos, los más habituales eran, la escoba, la 7 ½ , el tute y el mus, este último era el que mandaba, a mí personalmente me gustaba más el tute, me manejaba mejor con él, además, el mus no terminaba de entenderlo hasta que alguien me dijo “la manera de aprender a jugar al mus, es jugando” y así fue y así quede también enganchado a él y me apuntaba a cualquier partida nada más que veía unas cartas, aunque debo reconocer que era más bien malo con las señas y solía desesperar a mis compañeros.

El sitio ideal para jugar era las salas de estudio frente a las familias, pero cualquier sitio valía.

Las otras cartas, las que enviabas a tu familia y amigos. Era más habitual hacerlo en las horas de estudio o incluso en clase, pero alguna que otra tengo escrito en la familia o en la sala. Aquí corrías más el riesgo de que alguien se apoderase de ella para ver si escribías a una chica o era a tu madre. Era más habitual en días de bajón, cuando estabas melancólico o necesitabas de una manera o de otra sentir a tu familia en la lejanía. No es que ayudase mucho, pero poner tus penurias en un papel y enviarlo, era una manera de aliviar carga, lo que ignorábamos es que la transmitíamos multiplicada por mil a nuestros seres queridos.

Ver “Carta desesperada” en el siguiente enlace:
https://historiasdelinfanta.wordpress.com/mis-padres/3533-2/

La radio y/o el radiocasete, no era del agrado de todos e incluso a algunos les molestaba oírla por la noche, pero la radio era una inseparable compañera, algunos no sabíamos mucho de sus posibilidades ya que estábamos acostumbrados a oírla en casa con lo que nos parecía un tostón, como la radionovela “Simplemente Maria” o el Consultorio de “Elena Francis”, aún tengo grabada en mi mente la sintonía de este programa.

Image8En el Infanta había pasión por el futbol y como no podía ser de otro modo Jose Maria Garcia y su “Hora 25” daban caña a diestro y siniestro y especialmente a Pablo, Pablito, Pablete (Pablo Porta).

Personalmente me aborrecía un poco y además comenzaba tarde, sobre las once o las doce y yo quería dormirrrrrrrrrr. También eran muy seguidas las retrasmisiones de partidos de futbol que aunque en menor medida que hoy, también las había con sus copas de Europa, copas de Feria, etc.

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Más aceptable (para mi) era cuando se oía música, era más fácil conciliar el sueño con ella, aunque claro está, todo dependía del tipo de música que sonase ya que dormir con “Born to be alive” era muy difícil. Era raro el día que no se oyese un batiburrillo de música de fondo entre las distintas radios y los siempre estropeados casetes que te obligaban a rebobinar la cinta con un bolígrafo bic o similar.

Image13También solía ser frecuente ver a Pecino el pequeño (hoy bedel del Infanta) caminar con sus muletas llevando encima su radio tuneada con carga extra de pilas o sentado en las salas de estudio escuchando cualquier cosa. Los 40 principales era la cadena preferida para escuchar música y grabar en una cinta, ardua tarea ya que tenías que tener la cinta preparada y ponías los dedos en el REC y otra en el PLAY y a esperar que sonasen los compases para comenzar la grabación. Si tenías suerte, cosa que no siempre sucedía, no hablaban entre medias y la grababas integra, sino a probar otra vez. Conseguir una cinta completa de esta manera era todo un éxito y un trabajo extraordinario. Mas lecciones de vida, hoy bajarse una canción es lo más sencillo del mundo, nosotros sí que sabíamos y sabemos valorar lo que cuesta esfuerzo conseguir.

Pero a mí lo que más me gustaba de la radio, era un programa de miedo, creo recordar que lo daban por la noche semanalmente, quizás producido por el Doctor Jiménez del Oso. El narrador, era espectacular una voz modulada y que adaptaba a la perfección su entonación a las circunstancias del relato que añadido a los “efectos especiales” sonoros que hacían, lograban meterte tanto en el ambiente que llegabas a tener verdaderos sustos, por no decir claramente que te daba “canguelo”, en ocasiones terminabas bajo la colcha metido y si al finalizar el programa te entraban ganas de ir al baño, te aguantabas hasta el día siguiente o ibas como alma en pena y sobre todo mirando para todos los lados.

La TV, desde luego nada que ver con la actual, dos canales el UHF y el VHF que en definitiva eran la 1ª y la 2ª.

No era el huérfano de aquella época muy aficionado a ver la televisión salvo para eventos deportivos. En los pisos, solo había una familia en el 4º de mayores donde se podía ver.

No obstante, si de pequeño quedabas embobado con “Los Chiripitiflauticos” con Valentina, Locomotoro y el Capotan Tan o te sabias las canciones de los Payasos de la tele, esto sucedía a otras horas y en la TV del estudio, en lo que nos afecta a nosotros aquí debajo pongo algunas de las series de aquella época y que causaban furor.

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Pero como decía, el huérfano devoraba deporte, éramos competitivos por naturaleza y nos gustaban las retrasmisiones deportivas y como rey que también era de aquella, el futbol se llevaba la palma, se hacían porras en las que apostabas todo lo apostable.

Saturábamos la TV del 4º piso en algún “capullito” que otro a veces te echaba pero el huérfano siempre sobrevivía y volvíamos a entrar a ponerte en una esquina para no destacar. Tampoco es que hubiese mucha gente salvo cuando jugaba en Europa el R. Madrid o peleaba Evangelista, la gran esperanza española en los pesos pesados y que la derrota anterior al combate decisivo por los pesos pesados con Ali, nos hizo temer lo peor.

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Luego había otros deportes mas minoritarios, motos, tenis, baloncesto……etc.

También había saturación cuando estaba anunciada una película buena, pero no era frecuente. Los intelectuales se reunían para ver “Informe Semanal” o “La clave”.

De todo ello, tengo vagos recuerdos, pero lo que nunca podré olvidar es el barullo que se formaba cuando estabas viendo alguna retransmisión deportiva y se iba la señal de la TV, rápidamente salía el enteradillo de turno a mover la antena para todos los lados bajo el implacable choreo del resto de televidentes que ante la amenaza del voluntario de volver a su sitio aumentaban (si es que era posible) el tono de sus chirigotas y chascarrillos.

No sé, no me viene ahora mismo más cosas a la memoria y me gustaría que si hay lagunas las rellenaseis vosotros.

Lo dejo así, ni siquiera lo reviso ortográficamente, para que podáis tenerlo cuanto antes en vuestra página Web preferida.

Un abrazo