1953 La Centuria “Capitán Cortés

TITULO Polillas y Pijos
AÑO 1953-1954
PROTAGONISTAS La Centuria “Capitán Cortés
AUTOR Laureano González Rodríguez

Podría tratarse del año 1953 ó 1954 y creo recordar que el Campamento del Frente de Juventudes era el de Somosierra, aunque pudiera tratarse del de Ventorrillos, Cercedilla o Riaño. Acababa de finalizar el curso escolar, y los huérfanos más afortunados se habían trasladado a sus respectivos hogares para pasar las vacaciones de verano con sus familiares, mientras tanto los más menesterosos (bien fuera porque las madres u otros tutores directos no nos podían acoger debido a circunstancias adversas de una u otra índole)  dependíamos del centro escolar para buscarnos un lugar de acogida. 

1952 Centuria de FF.JJ. Capitán Cortés del Colegio Infanta. Marcha a El Escorial

El caso era que al Colegio había que adecuarlo para el siguiente curso escolar, con las reformas propias para su adecentamiento, revisión de calefactores y reparación de instalaciones en general, aprovechando la época estival y el de las vacaciones de sus empleados contratados, hasta principios del mes de septiembre. 

Se tenían que buscar instalaciones alternativas para dar cobijo a los huérfanos que lo necesitaban, y la Academia de la Guardia Civil de El Escorial era la más correcta; sin embargo la predicha institución tenía idéntica problemática a la del Colegio Infanta, es decir que se veían obligados a cerrar sus establecimientos desde mediados de junio hasta primeros de agosto, (para dar vacaciones a los guardias en plantilla de dichas instalaciones, reparación de desperfectos, mejoras en el mobiliario, etcétera, etcétera), en una palabra había que adecuarlo para la siguiente promoción de guardias. 

El régimen franquista contaba con una serie de “ventajas” que ofrecía captando adeptos para el sistema, siendo una de esas prerrogativas la de gozar de una serie de instalaciones, por cierto previo pago de sus inquilinos, consistente en (Campamentos del Frente de Juventudes repartidos a lo largo de toda la orografía de su “piel de toro”) que, a la vez que servían de lugares de ocio y de “reclutamiento” encubierto de “niños pijos” procedentes de colegios señalados y de élite por aquellas fechas, permitían a sus padres disfrutar de unas vacaciones perfectas sin carga de niños, bien fuera en San Sebastián, o en Santander, o en Candanchú, etcétera. A los huérfanos de la Guardia Civil también se nos permitía la estancia en los susodichos acantonamientos, además con otras sinecuras, y mientras la estancia de los flechas en cada ciclo de acampada era de 20 días, con los huérfanos de la Guardia Civil se hacía una excepción y podían permanecer dos turnos consecutivos, de manera que pudieran enlazar con su incorporación a la Academia de El Escorial. 

Así, sobre el 20 de junio de cada año, el sargento Pedro nos pertrechaba a cada uno de los falangistas “por uebos” con la uniformidad adecuada: “dos camisas azules de mangas largas y con el distintivo de Falange bordado, un pantalón corto de color gris, un par de medias de color blanco, una boina roja y un par de botas de color negro, además de un macuto beige, marmita, cuchara, tenedor, cuchillo y cantimplora”. Como os podéis imaginar, todas estas ropas y utensilios eran transmitidos o heredados a través del “paso de los años” de unos huérfanos a otros, casi casi eran verdaderos andrajos, algunas de ellas remendadas, absolutamente todas ellas desgastadas por el uso, descoloridas y, como era obvio, al no estar echas a medida de cada usuario algunos estábamos hechos unos auténticos adefesios; viéndonos obligados en muchas ocasiones a acortar o alargar las prendas por nuestros propios medios, remetiendo costurones y dobladillos con aguja e hilo por la parte interior de las indumentarias, si bien teníamos que tener mucho cuidado y no utilizar tijeras u otros objetos cortantes ya que había que devolver estas “reliquias o exequias” tal y como nos las habían entregado.              

En los Campamentos había diferentes centurias (configuradas generalmente por colegios o por formaciones de adictos al Frente de Juventudes), y cada una de estas se subdividía respectivamente a su vez en dos falanges y cuatro escuadras cada una que diariamente rivalizaban competitivamente en diversas actividades: culturales, marciales, deportivas, decorativas de murales y sombrajos, uniformidad y un largo etcétera. Cada tarde, antes de arriar banderas, en perfecta formación militar, se procedía a leer públicamente el cuadro de honor de la escuadra, falange y centuria que habían destacado y por consiguiente habían sido galardonadas por su ejemplaridad en su actividad diaria. ¡¡¡Qué casualidad!!!, los del Infanta, o lo que es lo mismo, los componentes de la Centuria “Capitán Cortés” siempre éramos los mejores en todas las actividades, excepto en la uniformidad que era la más desastrosa (no por guarros, ya que nos hartábamos a restregar, sin jabón por carecer del mismo,  pero frotando fuerte y enérgicamente contra las rocas del riachuelo que bajaba por las colinas de la sierra, dejando nuestras orondas prendas de vestir como “chorros de oro”). Esta situación no nos gustaba mucho a los “polillas” que queriamos ser los mejores en todo y el muelle que nos impulsaría a lograrlo empezaba a fraguarse la semana anterior a que finalizara el primer ciclo de acampada, por lo que íbamos preparándonos para en el siguiente, cuando vinieran los nuevos, ser los mejores siempre; para ello, sin decirnos nada los unos a los otros,  mecanizada y automáticamente, segundo a segundo, hora a hora, día a día…, todos fuimos teniendo uniformidad nueva, desde la boina hasta las botas, por lo que las últimas formaciones vespertinas fueron graciosas al ver como en las centurias que guardaban formación frente a la nuestra se veían a “niños de papá” con vestimentas haraposas y guiñaposas mientras que los del Colegio Infanta estábamos elegantísimos y “más bonitos que un San Luis de madera”, muchos de nosotros teníamos hasta linternas cuando lo más luminosos que habíamos visto en nuestras vidas era la luz de un “cerillo”. 

Hubo un “chivatazo quejoso” casi generalizado, aunque no hacía falta darlo ya que bastaba con echar una visual para aceptar lo que era más que evidente, por lo que el Jefe del Campamento reunió a su Plana Mayor además de a los jefes de centuria, les abroncó por todo lo sucedido manifestando que estaba avergonzado por las conductas acaecidas, haciendo a continuación la siguiente propuesta: Se iban a cerrar todas las tiendas de campaña con sus respectivos moradores adentro, teniendo prohibido absolutamente todo el personal mirar a lo que se iba a producir en el exterior, se iban a colocar dos mantas en el suelo del centro de la acampada y, cada individuo que tuviera una prenda de vestir o cualquier otro instrumento que no fuera suyo lo iba a depositar en las mantas con el objeto de poder restituírselo a sus propietarios, antes de tomar otras medidas más severas. 

Así se estaba haciendo y las tiendas de campaña de los “flechas-polillas” permanecían estoicamente cerradas ya que teníamos más “mili que Cascorro” y sabíamos que estabamos siendo observados por todo el mundo, por lo que en las mantas sólo había un amontonamiento de andrajos y harapos, ¿de quién serían pápa?, cuando de repente… Se escuchó al cornetín de órdenes tocar la marcha de “atención general”. Observamos un coche “Mercedes” con los estandartes propios de un General de División de la Guardia Civil. Era nuestro Director General que venía a visitarnos. El Jefe de Campamento corrió como un poseso a darle las novedades y, al ser interrogado por  el militar acerca de lo que allí estaba ocurriendo, le hizo un somero relato de lo que había sucedido. El General ordenó al falagista que cesara con aquella pantomima, orden que se cumplió inmediatamente. Nos reunió a los del Infanta en privado, “nos puso a caer de un burro” aunque era consciente de cual había sido la “causa-efecto” y le dijo a nuestro jefe de centuria que en el momento que recogiera todo lo “sisado” se lo entregara al Jefe de Campamento en su tienda de campaña y de forma reservada. 

Solo habían transcurrido unas pocas horas, concretamente al otro día, se produjo el cese fulminante en sus funciones del Jefe de Campamento, que tuvo que abandonar las instalaciones de manera inmediata. 

(Laureano, sesenta años después)

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Una respuesta a 1953 La Centuria “Capitán Cortés

  1. Gracias por un relato tan magnifico, he disfrutado como si lo hubiese vivido.

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