1976 Atraco al Corte Inglés

TITULO Atraco al Corte Inglés
AÑO 1972-1979
PROTAGONISTAS Varios Huérfanos
AUTOR Juan Manuel Orozco

Supongo que al igual que la mayoría de los de mi época en el colegio y antes de entrar en él, tuvimos una educación Cristiana bastante represora y temerosa de Dios, ejemplos como que la masturbación podría dejarnos seco el cerebro y similares, hacían que nuestros remordimientos de conciencia fueran habituales, si a esto unimos que nos criamos en una ambiente casi militar y bastante estricto, hace que algunas situaciones nos resultasen violentas o cuando menos, muy molestas. En esta ocasión me refiero a los hurtos. Los pequeños hurtos estaban presentes en el Infanta en todos los sitios, si eras delegado de clase, te buscabas la vida y siempre tenías bolis de mas, a la hora de la merienda, si estabas espabilado y ejecutabas una “paradiña” podías coger tu chocolate y el que tiraban al de detrás (luego el pinche le daba otro y te fichaba para la próxima merienda), si eras astuto, a Don Jesús, le dabas para que apuntase 4 pares de calcetines y solo entregabas 2 o 3, en el vestuario, al Subteniente también le podías timar algo al ir a por ropa nueva entregando algo roto recuperado de cualquier sitio o de la trapería (lugar prohibido), robos de exámenes….así un largo etc., de situaciones que hasta cierto punto era permitidas, asumidas e incluso comentadas y festejadas por todos. Pero luego ya había otras situaciones que eran más recriminadas aunque también podían llegar a entenderse si ponías como atenuante el hambre, alguna excursión a la cocina o los comedores, escaquear un bocata a Quinito, alguna chuchería a la Caramelera e incluso asaltar alguna taquilla de alguien que había recibido algún paquete recientemente. Pero la cosa ya pasaba a mayores, cuando se trataba de llevarse ropa nueva de otras taquillas en Don Jesús, robos de dinero en las taquillas de los dormitorios, en Quinito e incluso a la Señora Puertas….. Yo me quedaba en los primeros casos y aun así tenía unos remordimientos de conciencia que no me dejaban dormir.

Pero el Infanta arrastraba en algunos momentos a hacer cosas que más bien parecían bautismos de iniciación o pasos de nivel, y lo que cuento en esta historia era uno de ellos.

Recuerdo perfectamente a algunos de los que vivieron conmigo esta historia, pero por discreción no mencionare sus nombres.

Además de los casos anteriores, había “actuaciones” en el exterior que eran organizadas como cacerías o surgían de manera involuntaria como mera forma de pasar el rato. Los comercios de los alrededores eran las victimas más usuales, pero los preferidos eran el Jumbo que estaba más allá del Cine Roma, por Pio XII o proximidades, este era más como para merendar y el Corte Ingles, de Castellana, protagonista de esta historia.

Una tarde de sábado, como otras tantas, aburridos y con poco dinero en los bolsillos a alguien se le ocurrió la idea de ir al Corte Ingles, no sé si ya en este punto se sabía que el objetivo era el volver con algo de “regalo” o surgió cuando llegamos allí. Hay que remontarse a aquella época, que lo habitual eran las tiendas en la que pedias algo, te lo daban y pagabas, es decir, el cambio de propiedad, estaba muy marcado, en el Corte Ingles, no era así, podías coger lo que te gustase, mirarlo, tocarlo e incluso llevarlo hasta la caja para pagar, ese era el trayecto más peligroso, el más tentador, si te saltabas el último paso, tampoco se notaba mucho…

Pero la historia comienza antes, la ruta habitual que seguíamos, era ir hasta el parque Berlín, en la esquina, tomábamos Concha Espina hasta el Bernabéu y después bajar por la Castellana hasta el Corte Ingles, cuando estábamos al principio de esta calle, en unos portales que tienen un jardinillo entre ellos y la cera, había dos hombres agachados en el suelo que parecía que reparaban algo, una furgoneta aparcada en las cercanías, entre ambos una cartera en la que se podían observar algunos billetes, los ojos se nos encendieron, no recuerdo quien se tiro en “plancha” a por ella, pero al hacerlo y meterla en el abrigo para esconderla, empezó a sonar una campanilla……estaba atada y era una trampa en la que caímos, una cámara (sin cámara) oculta dela época quien fuese el que la cogió, dijo, “os la iba a devolver por este lado”…jajaja fue la respuesta de los bromistas que tuvieron la suerte de que una vez más calmados vimos que los billetes eran falsos, porque si no, se quedan sin billetes, sin cartera y sin sedal. Continuamos caminando hacia nuestro destino, todos con el abrigo de pata de gallo del Infanta y llegamos a destino, que de cosas bonitas, todas al alcance de la mano, algunas ya empezaban a desaparecer en los pantalones o los abrigos de los huérfanos, a mí me preguntaban insistentemente“ ya tienes algo” yo estaba “cagado” de miedo, muerto de vergüenza….no me atrevía a coger nada, Dios que todo le ve, me condenaría eternamente o tendría que enfrentarme a contárselo al Padre Esteban… no sé qué sería peor, veía a todo el mundo mirándome y sospechando de mi….que angustia, tanto insistieron que al final vi una oportunidad, había unas pegatinas redondas de marcas coches como del tamaño de una moneda de 2€ que estaban fáciles de coger y de esconder, sin pensármelo dos veces tome unas cuantas y las guarde en el bolsillo del abrigo, cuando fui a buscar a los demás para avisarles, me encontré una bolsita pequeña del Corte Ingles, la metí en el bolso y a la vez metí las pegatinas dentro de ella. Una vez todos juntos, nos disponíamos a marchar cuando nos rodearon dos o tres trabajadores del Corte Ingles pidiéndonos que los acompañásemos, Dios mío, me quería morir, ya me veía teniendo que explicárselo a Don Manuel Carrascosa, a mi madre, me veía expulsado del Infanta……nos llevaron a un cuarto y comenzaron a registrarnos, yo fui uno de los primeros y saque la bolsa diciendo que lo había comprado, tomaron la bolsa, miraron dentro, vieron un ticket y contaron las pegatinas……¡oh coincidencia, bendita coincidencia! Casaban el número de pegatinas mangadas con la cantidad y precio que venía en el ticket. Vieron que no tenía nada más y me mandaron marchar. La espera fue terrible, dentro quedaban varios huérfanos, con pelotas de tenis, de golf, grapadoras (alguien se peñizco un huevo con una)…….

Por fin salieron, no recuerdo muy bien como quedo la cosa, si llamaron al Infanta y dieron los nombres de los “cazados” o si vino un inspector a por ellos, pero al final la cosa no fue a mayores, quizás algún domingo castigados y poco más que un buen susto y quitarnos las ganas de repetir. Yo fui el único que volvió al Infanta con algo, creo que los repartimos entre todos.

No recuerdo muy bien por qué accedí a participar en el “Atraco al Corte Ingles”, quizás el afán de integración en el grupo y no parecer un bicho raro, lo que si se es que posteriormente a mi paso por el Infanta, mi respeto por la propiedad privada se vio acrecentado enormemente y que a veces, el destino se alía contigo para sacarte de algún apuro haciendo casualidades casi imposibles de creer.

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7 respuestas a 1976 Atraco al Corte Inglés

  1. M.luz dijo:

    En el Junca , si q hacía visitas con mis compis cuando no estaba S. María a coger chocolate, galletas y a veces algún puñado de garbanzos y Ale to pa dentro. ( y luego a confesarte con D.Timoteo)

  2. Herminia Muñoz dijo:

    Pero que «pillinis»…..!!!! Jajaja….

  3. Miguel Angel Barroso. dijo:

    Es curioso. El comentario en que que respondo a Juan Manuel, contando las visitas a las embajadas, sale como «a» dijo; rectifico y salgo como «anónimo». Al final, me he dado cuenta que había una «a» puesta donde se debe escribir el nombre. Joder, esto ya no es para mayores.

  4. Anónimo dijo:

    El de a dijo del comentario anterior soy yo; no entiendo porque ha salido «a».

  5. tomas maldonado dijo:

    yo también estuve en el corte ingles a nosotros nos pillaron con muchos anillos de baratija por supuesto nosotros los tuvimos que pagar estábamos tan acojonados que cada semana hivamos a pagar

  6. a dijo:

    Juan Manuel, era típico de Infanta el hacer cosas así. Yo, remontándome a varios años antes, hubo un momento, sobre 3º o 4º de bachillerato que se puso de moda visitar las embajadas para pedir folletos turísticos o lo que fuese.

    Teníamos las taquillas forradas en su interior con hermosas fotografías de diferentes partes del mundo y en realidad no era la envidia de nadie porque el que mas y el que menos tenía las que había conseguido.

    Llegó un momento en que yo había pisado todas las embajadas.

    Con la excusa de estar haciendo unos trabajos de geografía e historia, nos daban todo lo que podían, incluidas gorras, caramelos, chicles, etc. u otros regalillos que para entonces eran lo mas de lo mas.

    Un día, en la embajada de Japón y en la sala donde estábamos, vimos sobre la mesita de centro un cenicero enorme de cristal que pesaba como un muerto.
    A la salida, uno de los compañeros se abrió el abrigo y allí estaba el cenicero y el huerfanito haciendo malabares para no levantar sospechas y que no se le cayese al suelo, porque ya digo que aquel cenicero era descomunal y pesadísimo.

  7. Es para creer en los milagros,yo también tengo algunas travesuras que contaros….algún dia

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