1972 El Tren Nº22

TITULO El Tren nº 22
AÑO 1972
PROTAGONISTAS Un Huerfano y su Madre
AUTOR Juan Manuel Orozco Calvo

Cada uno de nosotros, seguro que tiene grabado en su memoria alguna anécdota del impacto que suponía por un lado el alejamiento de nuestros seres queridos y por otro las diferencias existentes entre la vida de la gran ciudad en relación a la provincia de la que veníamos.  Yo tengo unos ejemplos rápidos de ambas y que resumo a continuación:

En su primera visita a Madrid, mi madre se esforzó por llevarme a varios sitios para que en ese día y medio disfrutase al máximo, para ello nos tuvimos que subir en metro, en Prosperidad que era la estación mas cercana en aquella época, sacamos el billete (menos mal que no había maquinas automáticas) y nos dirigimos al anden, leímos detenidamente el billete y ponía claramente “tren nº22”, al poco tiempo, llego uno del que se bajaron muchas personas y otras tantas subieron, era el nº19 ya quedaba poco para el nuestro.  Paso otro rato y vino otro, el nº25, no podía ser, no nos habíamos movido del sitio y no habían pasado mas trenes, imposible coño, además, todo el mundo se subía, al final tomamos la acertada decisión de subir en el siguiente y sin mirar si era el nº 22.

Cuando estábamos cerca del rastro, una anciana que estaba sentada en la calle, le pidió a mi madre que si podía enhebrarle la aguja, este detalle sin importancia, dio a mi madre esperanzas de que Madrid no era una ciudad deshumanizada y libertina.  Años mas tarde, me comento que tenia ese temor porque al entrar en el colegio, un cura con sotana (con lamparones) y pipa, le había dicho que era muy joven y guapa para ser viuda, “piropo” sin importancia pero  impensable en nuestro Oviedo y mucho menos procediendo de un cura de la época.

Por ultimo, de este viaje, recuerdo con mucho cariño, como cuando llego el momento de la despedida, al dejarme en el colegio, le pedí que me dejase acompañarla hasta la parada del autobús situada mas allá de la puerta principal del PGC a la izquierda y nos despedíamos desde allí, al llegar, le volví a pedir que me acompañase al colegio y así varias veces, hasta que por temor de perder el tren, se marcho.  El guardia de puertas y el de la puerta principal del PCG ya hasta nos saludaban y les daba un poco de risa y poco de congoja al ver una escena de despedida, que no por ser tantas veces repetida en el Infanta, dejaba de ser cuando menos, emotiva.

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