TITULO | Tanuillos de Cai |
AÑO | 1975 |
PROTAGONISTAS | Molina Salamanca, Ramos Collantes, Paulino Roldán, Prieto Gutiérrez |
AUTOR | José Antonio Molina Salamanca |
A mí me gustan mucho, no sé desde cuándo ni por qué, será por ese humor fino, destilado, por su acento, por ser nacido gaditano o por qué con un par de copas unas palmas y un pito montan una juerga.
Todos conocemos el comedor de pequeños, entrando por la que era sala de lecturas, había una hilera de mesas hasta llegar a las escaleras de la cocina, a la derecha de esta hilera y divido en dos cuerpos el resto de mesas. Solo se llenaba al mediodía, cuando almorzábamos juntos internos y mediopensionistas, en la cena además de esta fila, solo se completaba la mitad del bloque, dos o tres mesas más, y la mesa de los inspectores.
Sabemos todos que aunque compañeros, siempre elegíamos para nuestra mesa los más afines y cercanos, y en esta ocasión la nuestra la ocupábamos Domingo Ramos Collantes, Paulino Roldán, Prieto Gutiérrez y un servidor, quiero recordar, era una de esas dos o tres mesas que se quedaban descolgadas del bloque, y un par de ellas más atrás, la de los inspectores.
No recuerdo que inspectores eran, pero nos advirtieron del escandaloso vocerío del comedor, así que tras las pausas correspondientes en el tercer aviso de silbato, como en los toros, el resto de cena sería en completo silencio. Y así pasó, tres avisos: chitón y mutis total. De locos exigir callar a ciento y picos niños y púberes con muchas tablas de internado, pero he de reconocer que el silencio era casi absoluto, a excepción de los susurros de algunos.
De sobra conocemos el efecto que produce un mal chiste, una broma sin gracia, un recuerdo o cualquier anécdota en un lugar que no es el apropiado, un velatorio, una misa, un cine un concierto clásico o un entierro. Y en esas estábamos, un comedor en un completo silencio.
Pónganse en situación y háganse una idea.
Patadita por debajo de la mesa,
Collantes:
– ¿que tal los carnavales?
Collantes (con media cuchara dentro de la boca, cabeza y mirada baja y fija en el plato, a medio susurro):
– calla pischa, tan mirando y te eecucha
– te sabes alguna letra
– me traio un libreto, luego te la canto
-pero… ¿te sabes alguna?
-el estribillo
-cántanoslo, coño
A Collantes en ese momento se le cambió la cara, la suya era todo un poema, estaba disfrutando de los recuerdos de aquellos tanguillos de su Cadíz natal, Paulino con su risa nerviosa e incontenible imaginaba la letra por otras que ya conocía, yo lo jaleaba con unos golpecitos en la mesa a manera de ritmo de palmas y Prieto era todo oídos y ganas de fiesta.
-Arráncate Collantes, vamos coño, cántalo.
Y Collantes muy despacito, con su acento medio cai medio madrid, casi en silencio, con ritmo y rin tintín de carnaval nos canto:
En el silencio del cine
había una voz que decía,
¡estate! quieto Pepito
que tienes la mano fría.
En el silencio del cine
había una voz que decía,
¡estate! quieto Pepito
que tienes la mano fría.
Si tengo la mano fría,
déjala que se caliente…
¡Estate! quieto Pepito
que está mirando la gente.
Si está mirando la gente
a mí me importa un pepino,
que yo te pagao la entrada
pa tocarte el “chumino”
-¿Y tú preguntas, por qué me gustan a mí los carnavales?
– Y yo que sé. ¿Se puede pedir más, en el silencio de todo un comedor?
Treinta años después, aún no he olvidado ese tanguillo.
Pínfanos, buenos momentos de una época que a todos nos fue difícil, un abrazo.
Molina Salamanca.