1970-79 Talleres vs Bachiller

TITULO Talleres vs Bachiller
AÑO 1970-1979
PROTAGONISTAS Todos
AUTOR Juan Manuel Orozco

Sé que el tema que voy a tratar hoy abrirá algún tipo de discusión o al menos en parte, esa es mi intención. No es que a estas alturas de mi vida quiera entrar en el debate de talleres Vs bachiller, pero si que me gustaría que al menos mientras leéis este relato volvieseis a aquella época en que existía tan fascinante rivalidad.

 A mí personalmente y supongo que como a casi todos, el paso de los años me ha hecho reventar “fronteras”, fronteras que si había en mi época y creo que en cualquiera de las pasadas en el Infanta.  Siempre que hay algún tipo de diferenciación entre las personas, existe un poco de “racismo” en mayor o menor medida, en el Infanta teníamos tal diversidad de procedencias que sería imposible haber gestionado diferenciaciones entre nosotros aunque siempre recurríamos a los topicazos regionalistas, que si la morriña del galleguiño, que si la cabezonería de los mañicos, los agarrados de los catalanes…….y un largo etc. y por supuesto, mirábamos de una manera especial y con cierto enchufe a aquellos que denominábamos “paisanos” por ser de nuestra misma región.

Si que existían las distintas “castas” que se creaban por afinidad de edades y que normalmente se agrupaban por clases, pero como ya dije en otras ocasiones, esto se “curaba” con el paso del tiempo.

También existía la lógica diferenciación entre internos, externos y mediopensionistas, siendo estos últimos un poco más afines a los internos, aunque solo fuera por compartir mantel en las comidas y tiempo de recreo después de ellas. También era algo que con el tiempo se diluía, con el paso de los años y la “maduración” de los colegiales, seguían existiendo las diferencias, pero no tan marcadas como en la adolescencia.  Los años juntos, las veces que te ayudaron, los pitillos dados o los favores recibidos de los externos hacían sencilla su integración. Era lo que ahora modernamente se denomina “win to win” osea, ambos ganamos, nosotros por sus favores, ellos por una mayor integración.

Por existir diferencias, había hasta ligeros matices también entre los internos, me refiero entre los internos totales, es decir aquellos que solo iban a su casa por las vacaciones y los que se iban todos los fines de semana. En parte también era lógico, con estos últimos pasabas casi un 30% menos de tiempo que con el resto.  Ya digo que no era muy marcado, pero si existía, era como si nos fuésemos uniendo según nuestro grado de fortuna, a mismas penas, mismas alegrías que fortalecían el arraigo con tus compañeros de fatiga. Además que los fines de semana eran muy largos y era lógico encontrar más compenetración con quien los pasabas aunque yo personalmente recuerdo que me entendía de maravilla con dos compañeros que se iban los viernes y en ocasiones se me hacía largo el volver a verlos el domingo para contarnos las mutuas batallitas del fin de semana.

Pero todo lo anterior era “peccata minuta”, el plato fuerte viene a continuación y para muestra grafica basta ver estas dos fotografías.

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La foto de la izquierda, alumnos de talleres, a la derecha, alumnos de bachiller. Es un claro ejemplo de cómo eran ambas “aficiones”, los de talleres más desbocados, folloneros y alocados, los de bachiller más correctos, tranquilos y sosegados. 

Lo de las fotos, en fin, es una tontería y cada una sacada en un contexto distinto y con 2 o 3 años de diferencia entre los fotografiados, lo que influye mucho en el grado de “sensatez” a la hora de posar, pero si que me sirve como escaparate para presentaros mi relato de hoy y que no es otro que:

TALLERES Vs BACHILLER

Tengo una imagen grabada a fuego en mi memoria, es la de Pepito, colegial del Infanta y creo que sevillano. Fue quizás el primer huérfano que vi al llegar a la puerta principal o al menos el que me causo tal impresión que aun a día de hoy lo recuerdo perfectamente.  Yo que iba vestido con un pantalón rosa palo con raya impecable,  mi niqui blanco con una chaquetita azul bajo algún tipo de trenca o abrigo, ¡Ah! y por supuesto mis relucientes zapatos negros de charol, vamos, vestido como para ir a misa los domingos en una capital de provincias de la época y allí……….al lado de la palmera de la derecha de la puerta principal, un chiquillo en pantalón corto con katiuskas y un jersey bastante sobado y sobre una camisa de cuellos más bien arrugados que no paraba de reír a la vez que pisaba un charco de agua.

Me dio tal sensación que aun hoy me respigo, era parecido a los habitantes de la “zona oscura” de mi barrio, tenía más que ver con los gitanos que con los payos, me infundía temor ver su total seguridad frente a mi excesiva incertidumbre, su atrevimiento al saltar sobre el charco en presencia de personas mayores, me desconcertaba, debió quedar patente mi impacto ya que oí la voz de Pedro Manuel Pascual (asturiano mayor que yo) que me decía, “no te preocupes, es de talleres”.

No sé si con esa frase quiso tranquilizarme, pero creo que lo que consiguió es que mi imaginación comenzase a elucubrar sobre cómo serían los de talleres, un lugar oscuro con muchos cachivaches y chavales desaliñados y de cara sucia…….demasiadas emociones para mi primer día y para mi flequillo repeinado.

tvsb02Después de aquel primer día, vendrían otros muchos, los largos comienzos de una vida en un internado que cualquier pequeño detalle te grababa en tu memoria recuerdos que no tienen por qué ser comunes a todos e incluso no tienen por qué ser del todo fidedignos. No sé si por tener las clases en Capitán Cortes o por ser los inspectores un poco más liberales con ellos, los recuerdo más descuidados en su forma de vestir al menos en la pre adolescencia, después, en épocas de “caza de chicas” nos maqueábamos todos por igual. Creo que esto era habitual en todo, las edades más críticas eran hasta los 16 años a partir de ahí, las diferencias se desvanecían o cuando menos, se disimulaban más.

Nuestra relación con ellos era meramente anecdótica, cada uno se juntaba con los de su clase como por otra parte es lógico y al principio, todos juntos hasta que la “mano negra” hacia su separación al final de curso, ¡Tú para talleres, tú para bachiller! Curioso sistema de reparto ya que todos conocimos ejemplos de chavales que aprobaban y terminaban en Capitán Cortes y otros que suspendían y continuaban en bachiller, yo mismo cuando se hizo la criba en la EGB y habiendo suspendido 5 en junio, pude continuar con el BUP y otros de mi clase de notas similares fueron para el “destierro” de la lima.

No recuerdo desde que edad había ya críos en talleres, pero debía ser temprana ya que creo recordar que Pepito era más o menos como yo aunque me sacaba dos cuerpos en desenvoltura, además también me hace pensar que con 10/11 años ya debería haberlos fijos por lo que deduzco de mis cartas, de ellas saco estos fragmentos referente a talleres:

19/10/72
Familia, ya fui a talleres, me metí en carpintería que tengo unos amigos allí, después en otro trimestre me toca ajuste y después electricidad.

02/02/73
Hoy tuve taller y estuve casi todo el tiempo limando

15/02/73
Hoy tengo taller y tengo que limar y limar y volver a limar las dos horas.

27/04/73
Hoy me toco taller y solo hice que soldar, todavía no me queme ninguna vez.

24/10/73
Ayer lunes tuve taller y solo limar y limar.

En estas cartas se aprecia que la ilusión inicial por tener un par de horas fuera de las clases habituales, se convirtió muy pronto, quizás demasiado pronto en dos tediosas horas limando e intentando mantener la horizontalidad de la lima.

No sé, quizás incluso puede que estuviesen diseñadas así las clases para meternos el miedo en el cuerpo y que viésemos que era lo que nos esperaba de no aplicarnos en los estudios.

Quizás es otra de las cosas que se pueden “reprochar” al sistema de formación de aquella época, el interés que suscitaba nuestros primeros trabajos manuales alejados de los libros de texto se ahogaba en las limaduras de aquella pieza metálica que siempre se nos curvaba por el centro. No obstante, y como siempre por nuestra memoria selectiva, recuerdo gratamente aquellos momentos.

Otra de las cosas que nos diferenciaban de los compañeros de talleres, eran las clases, nunca estuve en una de ellas, pero con frecuencia al ir o venir de talleres o al pasar por la carretera que había entre la cocina y las aulas de formación profesional, veías un relajo que es difícil de explicar, no es que en bachiller/BUP no nos escaqueásemos, pero era algo que se palpaba en el aire, era como si no hubiera “miedo al suspenso”.   No es que en bachiller estuviésemos todo el día acongojados, pero sí que en determinadas fechas y especialmente cerca de los exámenes veías más tensión en las clases y en los estudios. Quizás nosotros si teníamos algo que perder, en talleres…que más daba suspender…..¿a donde los iban a mandar?

Sigo insistiendo es que es mi apreciación personal, al menos la que recuerdo.

Como era norma, los dormitorios se gestionaban por estudios y años, correspondiendo el primer piso de mayores a bachiller y creo recordar que el 2º y 3º a talleres, el 4º estaba reservado para universitarios y banca o informática. No creo recordar que en los dormitorios de menores existiese separación entre ambos grupos o ni tan siquiera si los había de talleres, es algo que agradecería que me refrescaseis a mí ya frágil memoria.

A todo lo anterior había una excepción, Pecino, como no, de talleres y residente perpetuo del primer piso por tener una discapacidad que le dificultaba subir escaleras, era nuestro espía preferido y punto de enlace entre ambos bandos.

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Es de suponer y además es lógico que clases separadas y dormitorios separados conllevasen mesas de comedor formadas por compañeros de curso o dormitorio que a su vez se agrupaban por áreas más o menos afines. Como siempre había excepciones, especialmente cuando era necesario cubrir huecos por enfermedad o ausencias. Como ya conté en otro relato, yo mismo estuve durante una larga temporada, en mi primer año del comedor de mayores, sentado con veteranos de talleres, de los que imponían a los críos con su sola presencia……nunca me sentí tan protegido y a gusto en el Infanta como cuando estaba comiendo con ellos o me los encontraba fuera de clase. Supongo que si sabrán por haberlo vivido ellos en sus carnes, lo que yo valoraba caminar un rato junto a ellos con su mano apoyada en mi hombro y especialmente si me veían los demás.

Todo el batiburrillo anterior hacia que lógicamente te relacionases con aquellos que te entendían cuando comentabas alguna anécdota de clase, aquellos que se acordaban de aquella famosa clase de gimnasia o habían ido contigo a visitar tal museo. El tiempo de ocio no era otra cosa que la prolongación de las clases o del tiempo del estudio.

Las relaciones con los del otro grupo sí que las había, en el fondo con algunos de ellos habías iniciado tus andanzas en el Infanta y no era raro ver gente de talleres poniéndose al día con gente de bachiller, pero todo lo anterior no evitaba que existiese una piquilla entre ambas facciones de huérfanos y que se acrecentaban en los enfrentamientos deportivos o simplemente para defender o proteger a algunos de sus miembros del acoso (físico o psíquico) por parte del grupo contrario.

Recuerdo que en alguna ocasión alguien de talleres o bachiller quedaba por cualquier motivo “asilado” en el cine entre componentes de la otra parte y ante cualquier comentario realizado por el susodicho en voz alta a alguna escena de la película, se encontró con un abucheo generalizado de los vecinos ocasionales que incluso le obligaban a emigrar para sus territorios, aunque tuviese que ir a la ultima fila. De haberlo realizado en su ubicación “natural” no hubiese tenido más repercusión que alguna risotada generalizada de su grupo y algún abucheo del otro.   Era como el Madrid-Barsa, si a uno le venía bien, para el otro era malo de necesidad, aunque como es lógico cuando había una escena buena, ambas aficiones estaban de acuerdo y lanzaban al unísono sus carcajadas o exabruptos.

Ya conté en estas páginas un concurso de baile que hicimos por la época de “Fiebre del sábado Noche” y en el que terminamos enfrentándonos un representante de talleres y uno de bachiller y que independientemente de quien fue mejor en hacerlo, gano el que más “palmeros” arrastro y aquí, bachiller tenia ventaja.

También recuerdo que cuando había que defender a alguien del Infanta bien en competiciones deportivas o bien porque había que ir al parque de Berlin a buscar a alguien, siempre estábamos mas tranquilos si teníamos a alguien de talleres, no sé, eran más fuertes, se les veía más agresivos….imponían más que nosotros.

Por ultimo he de confesar que tanto cuando en Don Jesus me faltaba algo de ropa o me habían “andado” en la taquilla, mis primeros sospechosos eran de talleres. En el primer caso no digo nada, estaba al alcance de todo el mundo, pero en los pisos, no era habitual ver gente de talleres en los de bachiller y viceversa, aun así, seguía pensando el alguno de ellos como máximos sospechosos, quizás para quitar de mi mente el pensamiento de que el chorizo lo tenía muy cerca de mí.

No me recuerdo como muy activista de la segregación de bachiller Vs talleres, al contrario, creo que siempre intente ser conciliado incluso entre cursos anteriores, primarios etc. No obstante, por mis anteriores sospechas y por si en algún momento algún huérfano se sintió discriminado u ofendido por mis actitudes “raciales”, desde estas líneas y con este escrito quiero pedir perdón.

Para terminar, me quiero quedar con el párrafo que comentaba cuando hablaba del comedor “……nunca me sentí tan protegido y a gusto en el Infanta como cuando estaba comiendo con ellos o me los encontraba fuera de clase” , creo que en el fondo ese era el espíritu del Infanta, podía haber, diferencias de edad, de formación, de procedencia, pero en los momentos claves, cuando un huérfano necesitaba a otro huérfano, ahí estaba, con eso es con lo que me quedo.

Me gustaría que hicieseis alguna aportación a este particular punto de vista sobre talleres y bachiller.

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