1962 Entre gitanos no vale la buenaventura

TITULO Entre gitanos no vale la buenaventura
AÑO 1962
PROTAGONISTAS Laureano González . Comandante Rubias
AUTOR Laureano González Rodríguez

La “Escuela de Artes Gráficas-Huérfanos de la Guardia Civil”, más comúnmente denominada Imprenta, y su Destacamento, estaban bajo las órdenes y supervisión de un Comandante chusquero, embrutecido, ya talludito, bastante amargado, avaro y con muy malas pulgas. Este señor tenía su vivienda oficial en la primera planta, justo encima de los talleres, además de una amplia terraza en la parte superior de su domicilio de dieciséis metros de largo por cinco metros de ancho, circundada esta por una pared de un metro de alto.

Fue sine díe del mes y año (diciembre del 62), cuando debido a un fuerte temporal de nieve, que duró aproximadamente una semana, el suelo de la susodicha terraza se anegó con una capa de hielo-nieve de alrededor de veinte centímetros de otero. Aquel evento motivó que la esposa del Comandante no pudiera ir a tender la colada ya que cabía la posibilidad de resbalar y caerse; por lo que la “comandanta” requirió del marido que mandase a su ordenanza que limpiara la azotea de la cellisca. Obviamente, el ordenanza que, a pesar de ser “pelotas” era y ejercía de gallego, es decir, cabezón, testarudo y cicatero, le respondió “Mi Comandante, yo soy guardia y no un criado suyo”. El Superior se sintió molesto, pero…, tenía que dar pronta solución al problema que le había suscitado la “jefa”, por lo que pensó inmediatamente en un huérfano de quince años de edad (Laureano), el cual llevaba cuatro meses como alumno en la Imprenta; procediendo a exhortarle a su despacho, e ipso facto acudió el requerido, manteniendo ambos la siguiente disertación:

COMANDANTE: ¡Chaval, ¿quieres ganarte diez duros?!
LAUREANO: ¡Depende…, claro que quiero, ¿qué hay que hacer?!
COMANDANTE: ¡Poca cosa, quitar la nieve que hay en la azotea!
LAUREANO: ¡De acuerdo, voy a inspeccionar el terreno!

Subí a la terraza, y cuando pude observar en que lío me había metido por lo arduo de la labor, rápidamente acudí, esta vez sin llamar a la puerta, al despacho del Jefe a los efectos de entablar una nueva negociación:

LAUREANO: ¡Yo por sólo cincuenta pesetas no hago el trabajo!
COMANDANTE: ¡Chaval, tú me dijiste que estabas de acuerdo!
LAUREANO: ¡Si pero para hacer ese trabajo hay que tirarse toda la mañana, trabajar dos personas y, a veinte pelotes cada operario!
COMANDANTE: ¡Que coño, te crees que soy rico!.., ¡bueno vale, dile a mi ordenanza que te de dos palas y empezar cuanto antes!
LAUREANO: ¡Jefe, las doscientas pelas por adelantado!
COMANDANTE: ¡Me has salido muy “listillo”!, ¡toma, cien pesetas te doy ahora y las otras cien, cuando hayáis acabado!
LAUREANO: ¡Trato hecho!

Salí despavorido del despacho del Comandante con las cien leandras. Lo primero que hice fue buscar a un socio; el elegido fue Manuel Castro Luna, le expliqué el proyecto, repartimos la pasta y fuimos a buscar al ordenanza del Comandante para que nos proporcionara las palas. Este guardia, cuando le informamos de nuestras intenciones nos dijo: “Chavales estáis locos, eso es mucho trabajo y no tenéis ni idea en lo que os habéis metido”, “ese tío es un miseria, estoy hasta los cojones de él y uno de estos días voy a pedir traslado a un Puesto cualquiera porque ya no le aguanto más”…, siguió farfullando maldiciones e improperios, finalizando su retahíla de escarnios e incongruencias con la entrega, con malas ganas de las palas.

Manolo y un servidor subimos a la terraza, abrimos la puerta y lo primero que vimos, aparte del lamentable estado del piso, a un macho cabrío atado con una soga a uno de los hierros del tendedero ¿…?. Nos acojonamos un poco pero fuimos a lo nuestro, dando cientos de paladas a la nieve allí amontonada y arrojándola al vacío. Llevaríamos un par de horas cuando noté que Manolo llevaba un corto lapso de tiempo ausente, seguí a lo mío cuando, de repente, el “burdégano”, que se había soltado, no se como, me dio un topetazo en todas las posaderas haciéndome deslizar por toda la pista de patinaje exactamente igual que un hidroavión; no me caí de la terraza por que Dios no quiso, a lo mejor tuvo misericordia de mi por no tener todavía el título de paracaidista. Me incorporé todo lo rápido que pude, salí corriendo como un poseso, cerré la puerta con estrépito para que no se escapara el “bicho” y…, ya no aparecí más por aquel lugar.

Al día siguiente nos enteramos, Manolo y yo, que el Comandante había montado en cólera y que nos había estado buscando para echarnos la bronca y pedirnos las cien pesetas. Como nos negamos a cumplir la orden, considerando que la embestida de la “fiera” tenía un precio, además de amenazar al Comandante con acudir a la Asociación Prohuérfanos y hablar con el General sobre lo sucedido, allí se cerró el convenio. Por cierto, ¿sabéis quién terminó la faena gratuitamente?…, sí, el mismo, ¡nuestro amigo el ordenanza!

3 respuestas a 1962 Entre gitanos no vale la buenaventura

  1. Mercedes dijo:

    Estuvo usted en el juncarejo? Mi madre estuvo allí y me habla de 3 niños laureano Víctor Manuel y manolin…tbien de sor áurea si le suena de algo le agradezco me lo haga saber gracias

    • Laureano González Rodríguez dijo:

      Apreciada Mercedes: Te ruego que me tutees como yo lo estoy haciendo en estos momentos. Efectivamente estuve en ese entrañable colegio desde septiembre de 1948 hasta junio de 1953. Respecto a los otros dos chicos a los que mencionas: Manuel Angulo Usón y Víctor Manuel Maestre Jiménez; con el primero mantengo contacto, vive en Valencia y le veo alguna que otra vez; del segundo no tengo referencias. Sí recuerdo a Sor Áurea, era una buena religiosa. Si vive tu madre, dale un fuerte abrazo y un besazo de mi parte. Saludos.

  2. buenaventura perez martinez (el Pantera) dijo:

    lo que yo daria por estar alli

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